
A pesar del mar de fondo y la turbiedad del agua, decidí tocar unos bajos alejados de la costa donde podía aparecer alguna de mis amigas y... bingo!... aunque el tiro fue malo y estuvo a punto de rasgarse, conseguí subirla a la barca.
Esta dorada tenía un grosor superior al de otros ejemplares que he cogido. Además de que se había dado el gran banquete, era un ejemplar realmente obeso para lo que es habitual en la dorada salvaje jajaja...
